El 10 de diciembre de 1999, Fernando dela Rúa, recientemente electo presidente dela Nación, medía según la prensa especializada -que no paraba de tirarle flores y corpiños- 180% de imagen positiva, por lo menos. Esa misma prensa decía que había medio gabinete “político” donde estaban los socialdemócratas, como Chacho Alvarez, Federico Storani, Rodolfo Terragno, Graciela Fernández Meijide, y, por otro lado, una parte del gabinete que era “técnico” y, por supuesto, se encargaba de la economía, las relaciones internacionales, la privatización de la educación y la salud. El gabinete “político” era lo que traía desconfianza (qué manera de asustar abuelitas!) pero, si el presidente era sabio, y demostró serlo, se iba a apoyar en el gabinete técnico.
Esta apretada, por decirlo de manera amable, venía con su cuco: el Grupo Sushi, un conjunto de cuarentones desconocidos que hoy hacen de técnicos confiables, por supuesto, con Macri. El problema es que, de entrada y con ese bautizo de “sushi” se mostraba una imagen de frívolos, idiotas, que con el tiempo resultó ser cierta, pero como trasfondo sucedía que los llamados “políticos” del gabinete podían llegar a tentarse con una devaluación de la moneda como pretendían grandes grupos económicos y, en cambio, el gabinete “técnico” garantizaba, a pesar de “la tasa de sufrimiento social necesario”, la continuidad del menemismo, expresada en la convertibilidad. Desgastar a los jóvenes que rodeaban a De La Rúa era un objetivo claro de los medios que pretendían la continuidad de la convertibilidad y, defenderlos – algunos eran tapas de revistas de La Nación y Clarín, al lado de famosos músicos- era un objetivo de quienes querían una devaluación.
Se suponía que, por ser más jóvenes, por rodear al presidente de quien, entonces, todos hablaban de una segura reelección, podían llegar a provocar alguna peligrosa transformación en la política que impactara en la economía.
La candidatura de una “Sushi” a vicejefa de gobierno se coronó con éxito, nadie hablaba mal de estos cuarentones -llamados “jóvenes”‘- que manejaban los centros culturales y la pauta publicitaria y, además, tenían algunas ideas que por casualidad, ja, coincidían con las necesidades financieras del Grupo Clarín, Techint y la Sociedad Rural. Eran, por eso, jóvenes del futuro, agradables según esta prensa, modernos, serios, responsables, estudiosos y, si bien se estaban llenando de dinero de una manera sospechosa, ostentosa y naïve, se debía a “su sorprendente éxito”.
Después, como la devaluación no llegaba, los mismos medios contaron la verdad (igualmente, ya todos lo intuíamos) los “Sushis” eran eso, lo que los memoriosos recuerdan. De todos modos, hoy siguen gozando del respeto y la cobertura y la protección de esos monopolios de prensa: uno es, ni más ni menos, que el distinguidísimo secretario de Cultura de Macri.
La historia de la “Sushis” debe ser la única, en el devenir político de nuestro país, donde los jóvenes no fueron estigmatizados. El mismo radicalismo, que supo movilizar multitudes con Franja Morada y la Coordinadora(y lo que sus actuales amigos de los monopolios llamaban “la patota cultural”), sabe de estos sinsabores del estigma, de la demonización. La Coordinadoray Franja Morada en los inicios de la democracia eran el grupo alfonsinista más consecuente con la profundización de la democracia, cercanos a intelectuales de distintos campos políticos y convocaban a jóvenes de todas las tendencias políticas entusiasmados con la idea rebelde de transformar la política.
¡Qué no se dijo de esos jóvenes radicales! Los monopolios, a pesar de que Alfonsín incluso les concedía algunos favores – entre otros, no menor, cajonear la ley de medios y continuar con la de la dictadura-, antes de entregarse completamente a su antojo, dijeron las cosas más espantosas, las calumnias e injurias, que entonces eran delitos penales, más graves, sobre esos jóvenes, peligrosos por serlo, pero más que por la biología por la ideología, que tuvieron la osadía de meter “la política” en donde debía estar “la técnica”.
Entonces Coti Nosiglia, uno de esos jóvenes de entonces, pasó a ser el respetable operador político, y empresario, hasta el punto que la principal organización de jóvenes del radicalismo de hoy, Cantera Popular, es presidida por su hijo. Hicieron los deberes, ya nadie los jode.
Pero en el fondo, la agresión que sufre La Cámpora les recuerda a ellos mismos, a sus mejores años, a cuando no habían bajado todas las banderas.
Estas comparaciones, siempre odiosas, seguramente no sean del agrado de radicales y peronistas, pero las similitudes llegan hasta el colmo y la memoria de la agresión de los grandes monopolios comunicacionales a los jóvenes que no se resignan a que las cosas importantes las debe manejar “la técnica” (¿hace falta aclarar que los manuales técnicos se redactan en Clarín?) viene a cuento por que, si en algún momento se deja de estigmatizar a estos jóvenes, será porque, como la Coordinadora, como la Juventud Peronistadurante el menemismo, como el Grupo Sushi, se están portando, técnicamente, bien.
Cuando los jóvenes se portaron bien en este país quebraron las industrias, se ajustaron los salarios, se remató el país, se envilecieron los servicios públicos, la dirigencia política se alejó de la gente. Cuando los jóvenes se portaron mal, contra los manuales técnicos de los poderosos, una inmensa mayoría del pueblo soñó y sueña con que una vida mejor y un país mejor son realizables.
Por Lucas Carrasco - Diario Crónica
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