Pensar en los últimos 15 años de la Argentina nos lleva a una figura excluyente. Pensar que tengo 27 y entonces reflexionar que gran parte de mi vida política estuvo signada por esa persona es a la vez alentador a seguir y no bajar los brazos.
Creo que ya lo dije en alguna otra oportunidad, pero recuerdo el 2000-2002 en la Argentina, en mi juventud, terminando el colegio, empezando un nuevo ciclo de mi vida, y con un montón de amigos que se iban a otros países, otros sin trabajo, otros sin esperanza y la Argentina metida en la peor crisis de su historia económica, social y representativa.
Y ahí, en ese momento bisagra del país, donde o nos hundíamos del todo o salíamos a flote con el pecho para adelante, llegó ese flaco desgarbado que venía del sur y nos devolvió la esperanza de pensar y sentir que se podía. Y a su estilo, ese que tanto criticaron pero que también nos hizo, lo logró.
Cuatro años nos gobernó pero su legado sigue presente. No solo en la figura de su compañera, esposa y actual Presidenta, Cristina, sino también en el pueblo y la enorme masa de jóvenes que interpretamos ese mensaje de optimismo, de no bajar los brazos, de ser intrasigentes, de luchar por la justicia social, de tantas otras cosas...
Hace dos años ya que Néstor se fue. El destino puede ser extraño a veces. Nadie pensaba que esta situación se iba a dar, pero el cuerpo, la salud, la vida, dijeron basta a esa persona que devolvió y lo vuelvo a repetir: ESPERANZA a millones de argentinos.
Néstor, mí único héroe en este lío que llamamos Argentina:
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